Vidas no tan paralelas
Plutarco, en sus �Vidas paralelas� asoci� para siempre a dos grandes personajes hist�ricos como fueron Alejandro Magno y Julio C�sar.
26/12/2023

Plutarco, en sus �Vidas paralelas� asoci� para siempre a dos grandes personajes hist�ricos como fueron Alejandro Magno y Julio C�sar.

Esta asociaci�n hubiera complacido, sin duda, a C�sar pues �ste trat� de emular siempre al macedonio y, si hemos de creer a la leyenda, lleg� a lamentarse en su juventud de que, a sus a�os de entonces, Alejandro Magno ya hab�a conquistado el mundo cuando �l (C�sar) a�n no hab�a hecho nada.

A�os despu�s, otro hombre excepcional pudo haberse a�adido, con cierta justicia, a esas �vidas paralelas�, y ese personaje hist�rico, que no es otro que Napole�n, al que Ridley Scott acaba de dedicarle una pel�cula, bastante pol�mica por cierto, tambi�n hubiera estado complacido con la �asociaci�n� pues desde muy joven Alejandro y C�sar fueron sus �modelos� y busc� identificarse con ellos siempre que tuvo ocasi�n.

Sin embargo, trat�ndose, sin duda, de tres grandes jefes militares, autores de grandes gestas en ese terreno, la comparaci�n entre ellos precisa de alg�n matiz relevante para evitar confusiones.

Alejandro Magno naci� para ser Rey. Hijo de Filipo, Rey de Macedonia, fue educado por �ste para su elevado destino y hered� sus sue�os, sus planes, a sus generales y su ej�rcito para hacer posible la ambici�n de invadir Persia. Sus m�ritos como conquistador (y descubridor de �nuevos mundos�) son indiscutibles pero Alejandro no tuvo que luchar por el poder, �ste le vino dado por nacimiento.

En cambio, C�sar y Napole�n comparten un origen del que no cab�a esperar el puesto en la historia que llegaron a alcanzar. Si les hubi�ramos conocido en su ni�ez, en la Subura romana, o en la C�rcega que acababa de incorporarse a Francia, la identificaci�n con Alejandro hubiera parecido fuera de lugar. Sin embargo, uno y otro compart�an la misma determinada ambici�n, la fe en s� mismos y en su destino y su admiraci�n por Alejandro Magno.

He echado de menos en la reciente pel�cula de Ridley Scott una referencia a ese ni�o corso, de franc�s sin duda deficiente, cuyos sue�os se hicieron realidad para convertirle en emperador de los franceses y due�o y se�or de la Europa continental.

Sin embargo, ambos personajes, C�sar y Napole�n, divergieron en su ejercicio del poder. El mejor C�sar emergi� una vez que lo hubo alcanzado. Realiz� reformas, ejecut� grandes obras p�blicas y se comport� con una magnanimidad con sus enemigos que tal vez le cost� la vida. Por el contrario, Napole�n, fue poco a poco convirti�ndose en una caricatura de s� mismo, y hubo de afrontar dolorosas derrotas en Espa�a (otro clamoroso silencio de la pel�cula de Ridley Scott) y Rusia, al tiempo que orden� ejecutar sin reparos a sus rivales pol�ticos.

Tampoco su acceso al poder fue id�ntico. M�s que su habilidad pol�tica, Napole�n se benefici� de su aureola de militar victorioso y del respaldo de sus ej�rcitos en los tiempos convulsos de la joven rep�blica francesa, aunque no lleg� a producirse un enfrentamiento entre franceses. C�sar, por su parte, tuvo que ser un aut�ntico �pol�tico�, hubo de superar el largo �cursus honorum� romano, venciendo en elecciones sucesivas, para lo que requiri� habilidades sorprendentemente modernas: su preocupaci�n por el �relato�, ejemplificada en esa obra de propaganda que fue su Cr�nica de la Guerra de las Galias, su pol�tica �populista�, su necesidad constante de dinero con el que financiar sus campa�as pol�ticas, los juegos y espect�culos en el circo y las grandes obras p�blicas con las que se granje� el apoyo popular y, por �ltimo, y no menos llamativa, su preocupaci�n por su propia imagen, que convirti� en una aut�ntica �marca personal�. Es verdad, no obstante, que, al margen de su actividad pol�tica, C�sar necesit� �cruzar el Rubic�n� y vencer en la guerra civil que le enfrent� a Pompeyo para terminar alcanzando el poder en Roma.

Alejandro, C�sar y Napole�n fueron, sin duda, grandes personajes que dejaron una profunda huella en nuestra historia pero sus vidas, dejando al margen los peligros que hubieron de afrontar en los campos de batalla, fueron s�lo limitadamente �paralelas�.

No obstante, s� cabe reconocer algo com�n a los tres: su fuerte v�nculo con sus madres respectivas, que ejercieron una clara influencia sobre ellos en tiempos en que la ambici�n pol�tica de las mujeres se ejerc�a sobre todo (salvo escasas excepciones) a trav�s de su influencia sobre los hombres.



Francisco Ur�a es autor, entre otros, de Julio C�sar. El arte de la pol�tica, La peque�a librer�a de Stefan Zweig o A orillas del Rubic�n.

Francisco Ur�a
Abogado y escritor

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